«El hombre no llega a ser hombre más que por la educación. No es más que lo que la educación hace de él. Es importante subrayar que el hombre siempre es educado por otros hombres y por otros hombres que a su vez también fueron educados.»
Immanuel Kant, Reflexiones sobre la educación, introd.
Machine Learning de Andrew Ng sigue siendo, en mi opinión, el mejor curso introductorio a una de las tecnologías que sustentan ChatGPT. Este curso atrajo en su lanzamiento más 100.000 estudiantes, y dio a conocer al mundo la plataforma Coursera fundada por el propio Ng en 2012. Ese año fue señalado por el periódico New York Times como The Year of the MOOC. Un año antes, más de 160.000 estudiantes se habían matriculado en el curso Introduction to Artificial Intelligence ofrecido por Sebastian Thrun y Peter Norvig en la Universidad de Stanford. Tras estos éxitos tan rotundos, no fueron pocas las voces que profetizaron el fin de la universidad. Diez años después, las universidades siguen en pie, y la gran mayoría de los usuarios de los MOOC son graduados con título universitario que buscan ampliar sus conocimientos.
Cada vez que surge una nueva tecnología disruptiva (MOOC, ordenadores personales, Google, tabletas…) que directa o indirectamente afecta a la educación salen los augures a preconizar la muerte de algo, de las universidades, de la escuela, de la curiosidad de los alumnos, del sistema educativo tal como lo conocemos, o de los profesores. ChatGPT es una tecnología que va a producir una revolución sin precedentes en cómo interactuamos con los sistemas de información. Para mi las expectativas están a la altura de cuando probé Google por primera vez. Nos esperan unos años apasionantes redefiniendo lo que las máquinas pueden hacer por nosotros. Me da vueltas la cabeza de pensar en las posibilidades que se abren en educación. Eso sí, ninguna de esas posibilidades pasa por eliminar a los profesores de la ecuación.
Educar es el proceso a través del cual nos convertimos en humanos. Aprender a ser humanos sólo lo podemos hacer a través de otros humanos. Esta idea la desarrolla Fernando Savater en el primer capítulo del Placer de educar. En sus propias palabras: «nuestro maestro no es el mundo, las cosas, los sucesos naturales, ni siquiera ese conjunto de técnicas y rituales que llamamos “cultura” sino la vinculación intersubjetiva con otras conciencias». Es más, adelantándose a la aparición de ChatGPT concluye: «cualquier pedagogía que proviniese de una fuente distinta nos privaría de la lección esencial, la de ver la vida y las cosas con ojos humanos». No podemos delegar la educación a las máquinas, no porque sea peor o exista algún tabú que nos lo impida, simplemente, es que dejaría de ser educación.«Educar y ser educado son componentes esenciales de la naturaleza humana, aunque varíen los contenidos» resume Juan Delval en Los fines de la educación.
Hace apenas unos 200 años empezamos a plantearnos seriamente que la vida en común la teníamos que articular como relaciones entre ciudadanos en igualdad de derechos. Recuperar la isonomía exige que todos los ciudadanos tengan la oportunidad de acceder a una educación plena. No es de extrañar que esta educación universal fuera uno de los estandartes de la Ilustración. Aun así, tardamos más de un siglo desde la revolución francesa en que la educación universal empezara a ser una realidad. Mientras que a principios del siglo XX sólo el 12 % de la población sabía leer y escribir, actualmente es un 12 % el que no está alfabetizado. Este vuelco en las cifras ha sido posible gracias a mucha voluntad política, esfuerzo económico, y sobre todo, ha necesitado muchos profesores, infinidad de ellos. La figura del profesor en la sociedad actual es insustituible en lo que Durkheim denomina «la socialización metódica de la generación joven». Esta socialización incorpora la transmisión de conocimientos, prácticas, tradiciones, normas, y valores en los que la sociedad pretende perpetuarse.
Respecto a esta labor de mediación que ejercen los profesores hay personas que defienden que tendrían que limitarse estrictamente a la transmisión de conocimiento. En mi opinión esto no es deseable, ni siquiera creo que sea posible. De todas formas, supongamos que sí fuera factible. Neil Postam preconizó en Technopolis que la televisión acabaría con «el monopolio del conocimiento» de los profesores. ¿Podrá ChatGPT vengar a la televisión acabando con este monopolio? Me temo que de nuevo la balanza se inclina hacia el claustro. Ningún profesor transmite de manera aséptica el conocimiento. El buen profesor incorpora su experiencia personal, ordena y prioriza los temas, relaciona saberes entre sí y con la vida cotidiana, mentoriza, motiva, y sobre todo, hace partícipe al alumno de su pasión por la materia que imparte. Adicionalmente, no existe una manera única de dar clase. Los docentes tienen a su disposición un menú muy variado de metodologías como aprendizaje basado en proyectos, clase invertida, aprendizaje colaborativo, aprender haciendo, o aprender enseñando… En mi caso siento predilección por la tradicional clase magistral. Me parece que no hay tecnología que las sustituya si son impartidas por buenos profesores. Dentro de esta plétora de metodologías, ChatGPT se ubica como una nueva herramienta muy potente que puede complementar la labor del profesor, pero que esta lejos de sustituirlo.
Hace unos años participé en el diseño y desarrollo de una plataforma de aprendizaje colaborativo basado en video. Los alumnos preparan por grupos un video sobre un concepto clave de la asignatura. La plataforma permite que los alumnos evalúen cuantitativa y cualitativamente los videos de otros grupos. El aprendizaje se produce al preparar el video, al ver videos de otros grupos, y al comentar los vídeos de otros compañeros. El profesor diseña toda la actividad decidiendo las temáticas y distribución de los videos, provee la rúbrica de evaluación, modera y supervisa todo el proceso. ChatGPT y otras inteligencias artificiales generativas seguro que serían de mucha utilidad durante el proceso producción del video de esta actividad. La plataforma se enriquece al incorporar estas nuevas tecnologías, sin que esto afecte al trabajo colaborativo entre los alumnos, que es la base del aprendizaje en esta metodología.
En la mitología griega, Prometeo robó el fuego de los dioses para proporcionárselo a los hombres. Gracias al fuego la humanidad cambió una misera existencia por el control de su destino y de la naturaleza. Una interpretación menos materialista de esta fábula nos presenta a Prometeo como una figura civilizadora que nos otorga la llama que nos esculpe y distingue como humanos. Necesitamos tecnologías educativas, pero necesitamos mucho más buenos profesores que enciendan y aviven esa llama en las nuevas generaciones, «para eso, / [el maestro] tiene que llevar en el alma / un poco de marino, / un poco de pirata… / un poco de poeta / y un kilo y medio de paciencia»
4 responses to “ChatGPT no va a acabar con los profesores”
[…] el caso de los profesores, por poner otro ejemplo, son profesionales que no solo aportan conocimiento. También transmiten […]
[…] el caso de los profesores, por poner otro ejemplo, son profesionales que no solo aportan conocimiento. También transmiten […]
[…] el caso de los profesores, por poner otro ejemplo, son profesionales que no solo aportan conocimiento. También transmiten […]
[…] En un reciente artículo publicado en La Vanguardia recogen reflexiones que he realizado sobre cómo afecta la inteligencia artificial a la enseñanza. Siendo un tema que me interesa tanto personal como profesionalmente, os incluyo un desarrollo más ampliado de las distintas ideas que se plantean en el artículo. Algunas de las cuales ya están recogidas en el artículo de este mismo blog: ChatGPT no va a acabar con los profesores. […]