Kiva, una red social para la cooperación al desarrollo basada en microcréditos

Las iniciativas que surgen entorno a las tecnologías sociales no dejan de sorprenderme. Recientemente hemos descubierto Kiva, una plataforma que permite poner en contacto a emprendedores de países en desarrollo con personas dispuestas a prestarles dinero a interés cero.  El funcionamiento es el siguiente: el emprendedor entra en contacto con una entidad de microcrédito local asociada con Kiva a la cual propone un proyecto para el que necesita financiación. La entidad financiadora incluye una descripción detallada del proyecto y del emprendedor accesible a través de Kiva. Aquellos usuarios que estén interesados pueden cooperar con una cantidad mínima de 25$ que se destinará a cubrir el préstamo y los costes asociados. Opcionalmente se puede incluir una donación a Kiva las cuales constituyen su única fuente de financiación. Una vez alcanzada la cantidad solicitada se establece un plazo de devolución en el que emprendedor tendrá que reintegrar el préstamo en cuotas mensuales.

Una descripción más entretenida de la dinámica de Kiva se puede ver en el siguiente video (en inglés), donde se presenta como Pedro, un granjero boliviano, consiguió sacar a flote su negocio gracias a esta iniciativa.

En este proceso existe un riesgo de que el dinero prestado nunca sea devuelto.  Ahora bien, hay que destacar que la tasa de devolución de prestamos es del 98.92%, esto es, una tasa de morosidad del 1.08%, la cual es comparable, y dependiendo del sector de actividad mucho menor, que la tasa de morosidad en España (fuente: Informe de Estabilidad Financiera, Banco de España, 2011).

Kiva sociabiliza los microcréditos implementados por primera vez por el premio Nobel de economía Muhammad Yunus. Los microcréditos son prestamos de baja cuantía (en Kiva la cantidad media que se solicita es entorno 385 $) que se conceden a individuos de escasos recursos financieros, y que por tanto no son objetivo de los bancos tradicionales. Yunus comenzó en 1976 prestando 27 dólares a 42 carpinteras del pueblo de Jobra, cercano a la Universidad de Chittagong en Bangladesh, que necesitaban el dinero para comprar bambú, y así evitar los elevados intereses que exigían los prestamista locales. La iniciativa fue todo un éxito, y terminó derivando en la creación del banco Grameen una entidad financiera pionera en microcréditos a nivel mundial. Desde su creación en 1983 ha prestado 11.350 millones de dolares con una tasa de devolución entorno al 97%.

Se estima que en el mundo aproximadamente la mitad de los  hogares no tiene acceso a una cuenta bancaria. Además, la distribución según países es muy heterogénea variando desde el 1% de los hogares en la República del Congo o Afganistán, al casi 100% en Japón  (fuente: Financial Access Report, GGAP, 2011). Así, algo a lo que estamos acostumbrados como pagar con tarjeta de crédito, pedir una hipoteca o un préstamo para abrir un negocio es impensable para una elevado número de personas en todo el mundo.

Iniciativas como Kiva facilitan el acceso a los recursos finacieros con importantes ventajas. Un primer beneficio es que se asegura que los proyectos responden a las necesidades de los individuos y la comunidad, al ser estos quienes deciden que hacer. Esto impacta positivamente en la viabilidad de los proyectos al sustentarse en el criterio de los propios beneficiarios, primeros interesados en que salga adelante.

Por otro parte, a diferencia de otras iniciativas a la cooperación al desarrollo, Kiva se basa en el préstamo en vez de en la donación, es decir, se espera y se exige un reembolso integro por parte de los beneficiarios del dinero invertido, eso si, a un interés cero.  Una cuestión que se nos plantean es la idoneidad de esta estrategia.

Desde mi punto de vista esto produce cuatro efectos beneficiosos adicionales. Primero, el emprendedor adquiere una responsabilidad y compromiso que se transforma en garante de la finalización exitosa del proyecto. Segundo, la elaboración del presupuesto se impregna de pragmatismo ajustándose los costes en la inversión, lo cual impacta, de nuevo, en la viabilidad del mismo. Tercero, el dinero que se reembolsa puede ser reinvertido en nuevos prestamos (aproximadamente 70% de los prestamos devueltos lo hacen) de manera que se asegura la continuidad de Kiva. Finalmente, se potencia una cultura de iniciativa privada cuyos beneficios inciden no sólo en el emprendedor si no en su entorno más cercano.

Ahora bien, hay que tener presente que ciertas iniciativas quedan directamente fuera de las posibilidades de financiación de Kiva. Así, por ejemplo, proyectos que conllevan un elevado coste, como puede ser la construcción de infraestructuras públicas, o que requieren un elevado tiempo de reembolso, como pueden ser programas de becas, superan las posibilidades de las entidades microfinancieras que son, en última instancia, las responsables del préstamo.

En resumen, Kiva propone una manera complementaria de colaborar con países en vías de desarrollo en la que son las personas, y no las instituciones, las que toman el protagonismo.

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